martes, 1 de abril de 2008

Cuatro Mujeres

Hoy quiero hablar de pintura.

¿Qué es la pintura? La pintura es una capa de pigmentos aplicada a una superficie. Es un arreglo de formas y colores. Es una proyección de la personalidad del hombre que la pintó, de la filosofía de la época que la produjo y puede tener un significado que sobrepase lo concerniente a un hombre o a un espacio de tiempo.

La mayor parte de la gente vemos a la pintura, ante todo, como si fuera una fotografía. Juzgar los méritos de una pintura con tal criterio es cosa fácil. El cuadro es bueno, en primer lugar, por el grado en que los objetos representados "se ven reales" y, en segundo lugar, por el grado en que el cuadro se conforma con las ideas establecidas de lo que es divertido, bello o simplemente informativo.
En este modo de ver las cosas, hay algo, pero no mucho que decir. Prescindiendo del arte abstracto debe admitirse que toda pintura principia por el tema (el objeto que será representado). Pero el tema ha de ser solo el punto de partida.

Tomemos como ejemplo un solo tema y cuatro pinturas alusivas al tema que hemos elegido. El tema es: la mujer. Comencemos.


Madame Leblanc (1823). Jean Auguste Dominique Ingres.

Madame Leblanc, de Ingres, tiene, en forma superlativa, lo que la mayoría de nosotros quiere en un retrato de mujer (gracia, atractivo, técnica impecable y una guapa modelo). Sin embargo este cuadro nada nos dice de Madame Leblanc sino que pertenece a una próspera clase media superior y esta dotada de una agradable combinación de rasgos distinguidos.
Dado que es obra del más eminente retratista de su tiempo, podemos suponer que el parecido de Madame Leblanc cumple el requisito de veracidad y halago combinados que el fotógrafo actual logra mediante el retoque. Sin duda alguna Ingres magnificó sus cualidades y minimizó sus defectos. La dama está más embellecida aún por el mantón exquisitamente pintado, por las joyas y por la sugerencias de la elegante decoración interior.

Madame Leblanc es un retrato encantador en todo, pero difícilmente se sostiene como interpretación, como esfuerzo por presentar algo más que una efigie hechicera; porque no intenta explorar la personalidad de la modelo.



Madame Renoir (1884). Pierre Auguste Renoir.

Al contrario del de Madame Leblanc, Madame Renoir, por debajo de la simplicidad de su tema aparente, encierra significaciones más hondas. Esta simplicidad es extrema. Una mujer joven, carirredonda y robusta, en blusa y sombrero, posa frente a nosotros, sonriente, descansando sus manos en el regazo. Eso es todo. No hay fondo de paisaje, ni de habitación, ni siquiera de cortinajes. La imagen entera está para nosotros ahí, de golpe, sin elaboración ni distracciones. Su atractivo es inmediato. Es luminosa, fresca, feliz.
Renoir reduce su tema a masas amplias, sólidas y simples, porque tales formas sugieren valores eternos.



Mujer con Crisantemas (1865). Hilaire Germain Edgar Degas.

Mujer con Crisantemas es una brillante composición excéntrica, por lo general, en los retratos, el retratado ocupa el centro de la tela. Degas lo aleja a una de las orillas. Normalmente el retratado mira directamente al observador o ve algún objeto dentro del marco, o a lo sumo, mira soñadoramente al espacio. Esta mujer mira hacia afuera algo lejano que le es aparentemente familiar, pero que resulta imposible de identificar.
Violando todas las reglas usuales de la composición de retratos, Degas logra un espléndido cuadro, superior a todo, lo que siguiéndolas, logra la mayoría de los pintores.
En Mujer con crisantemas podemos deducir elementos tan específicos como el nivel social y la situación económica del personaje de modo tan preciso como con Madame Leblanc. Pero sabemos también que la mujer con crisantemas es una persona capaz de pensar y actuar en determinados sentidos y en ciertas circunstancias. Sin embargo, sigue siendo enigmática. Medio se esconde y medio sonríe, lo que puede ser un medio burlarse. Por su elusividad femenina es como aquella otra mujer que nos es conocida en el más famoso retrato, pintada cerca de 4 siglos atrás: la Mujer con Crisantemas es la Monna Lisa del siglo XIX.



Monna Lisa (1503). Leonardo Da Vinci.

Monna Lisa es un cuadro extraño. Y mucho de ese carácter extraño ha sido obra del tiempo. Las cejas están rasuradas, y la frente, muy levantada hacía atrás, rasurada o depilada conforme a la moda de la época. El vestido puede estar hecho también a la moda. El paisaje de fondo es mitad fantástico y mitad lógico, en el cual tanto tiempo como lugar, son misteriosos. Pero esas son consideraciones menores. El obstáculo grave con que tropieza cualquiera es que ha sido demasiado famosa durante demasiado tiempo. Tantas leyendas familiares y tantas conjeturas se han acumulado en torno a ella, que es imposible verla con una mirada fresca. Jamás la vemos por vez primera.
La leyenda más irritante respecto a la mona lisa es la de que los ojos "te siguen alrededor del cuarto" por algún modo de pintar solo conocido por Leonardo y único en este cuadro. Los ojos de cualquier retrato en que el personaje vea directamente al espectador parecen seguirlo, no importa la ineptitud con que haya sido pintado. Luego esta la superstición de que los labios, si se miran fijamente por tiempo suficiente "comienzan a sonreír". Cualquier objeto mirado con fijeza y en grado extremo parece cambiar en una u otra forma, especialmente si uno lo espera. Asimismo, y por desgracia, la Monna Lisa es llamada con frecuencia la pintura más grande del mundo. Ninguna pintura puede ser la más grande del mundo, porque no hay una pauta única de perfección. Si tal patrón pudiese existir, sería difícil ver como una pintura tan ambigua como la Monna Lisa pudiese representarlo.
Volviendo a la pintura. Monna Lisa esta purificada de toda alusión a lo temporal. El cuadro tiene tanto reposo que, a su lado, La mujer con Crisantemas parece vivir. Tenemos en el cuadro de Leonardo una imagen sutil, casi socarrona y sórdida. Leonardo presenta el rostro de Monna Lisa desde un ángulo, gira el cuerpo hacia otro, desvía los brazos todavía a un tercero para que las blandas manos retornen a la misma posición frontal del rostro. La cabeza de Monna Lisa se armoniza con el fondo, comparte sus cualidades, como Madame Leblanc comparte la elegancia de los accesorios del retrato.

Madame Leblanc, Madame Renoir, La mujer con Crisantemas y Monna Lisa. Ingres pudo haber hecho a cualquiera de estas mujeres (tema) en una efigie cautivadora; Renoir, a cualesquiera de ellas, como una diosa terrestre; Degas, a cualesquiera de ellas, con una individualidad total en un mundo fragmentado; Leornardo, a cualesquiera de ellas, como un enigma idealizado.

El tema de un cuadro es solo un punto de partida para todo lo que el pintor tiene que decir.




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