viernes, 29 de agosto de 2008

Ya mataron a la perra, pero quedan los perritos...

5 comentarios

Con estas singulares palabras comienza el cuento que le da nombre al libro de "El llano en llamas" una de las dos obras cumbre del Jaliciense Juan Rulfo. Estas palabras forman parte de un corrido de la época Revolucionaria. Este corrido en particular canta las hazañas y la muerte de Saturnino, apodado "La Perra", uno de los lugartenientes de Pedro Zamora. La letra va más o menos así:

El año del dieciseis,
con fecha 4 de marzo,
murio La Perra valiente;
lo hicieron dos mil pedazos.

En la hacienda de Volcanes,
¡no me quisiera acordar!
murio La Perra valiente
en la esquina de un corral.

Gritó la valiente Perra
cuando se vido rodiado:
¡No corra, mi general!
pos que, ¿no me ve sitiado?

El general avanzando,
¡que caso le bía de hacer!
¡Desfiéndete como puedas,
que algún fin has de tener!

Grita Roberto Moreno:
¡Yo también cargo escopeta:
ya mataron a La Perra,
pero nos queda El Peseta!

Decía Catarino Díaz:
¡Vamonos para La Barca:
ya mataron a La Perra,
pero nos queda La Urraca!

Gritaba Pedro Zamora:
La Perra, ¿dónde estarás?
Contestaba Catarino:
Ya estará en la Eternidá.

Gritaba el capitán Tellez
cómo fué que lo mató:
estando tan malherido,
el máuser le descargo.

Gritaba Pedro Zamora,
en medio de los balazos:
He salido de aguaceros;
contimás de nublinazos.

Le gritaba el mayor Flores:
Vamos a exponer la vida,
díganle a los oficiales
que les dejen la salida.

Gritaba Pedro Zamora,
al llegar a Los Cerritos:
Ya mataron a La Perra,
pero quedan los perritos.

¡Ahora, mi Perra valiente!
Ya se te acabo la fama:
ya estás bueno pa' la birria,
para venderte mañana.

Allá va la despedida
en este combate cruel,
donde ascendio el mayor Flores
a teniente coronel.

Efectivamente, fué la tropa del mayor Petronilo Flores la que acabó con La Perra en el caserío de Volcanes que se halla en el camino de Cuautla a Talpa. Por lo tanto hay indicios suficientes para tomar como verídicos a los personajes mencionados en El Llano en Llamas, sobre todo a Pedro Zamora, quién dirigió un grupo de rebeldes en lo que se conoce como El Llano Grande, Jalisco, en las primeras décadas del siglo.

domingo, 10 de agosto de 2008

Carta del Arbiter Elegantiae

0 comentarios

"Sé muy bien, ¡Oh César! que estás aguardando mi regreso con impaciencia; que tu leal corazón de amigo, día y noche languidece por mi. Sé que te hallas dispuesto a colmarme de obsequios, a nombrarme prefecto de los guardias pretorianos y a ordenarle a Tigelino que vuelva a ser lo que los dioses le hicieron: un muletero de aquellas tierras que tú heredaste después de envenenar a Domicio.

Perdoname, empero, porque te juro por el Averno y por las sombras de tu madre, de tu esposa, de tu hermano y de Séneca, que no puedo ya volver a ti. La vida es un gran tesoro. De ese tesoro he disfrutado las más preciosas joyas; pero en la vida hay también muchas cosas que ya no puedo soportar por más tiempo.

No supongas, te lo ruego, que me halle ofendido, porque tú mataste a tu madre, a tu mujer y a tu hermano; porque incendiaste a Roma y enviaste al Erebo a todos los hombres honrados que había en tus dominios. No, nieto de Cronos. La muerte es la herencia del hombre, y de ti no han podido esperarse otras hazañas.

Pero romperle a uno los oídos por años enteros con tu poesía; ver tu abdomen de un Domicio sobre unas piernas flacas que dan grotescas volteretas en pírrica danza; escuchar tu música, tu declamación, tus coplas de ciego, mísero poetastro de los suburbios, eso ya pasa de los límites de mi paciencia y al fn ha despertado en mí el deseo de morir.

Roma se tapa los oídos cuando te oye; y el mundo te desprecia. Ya no puedo seguir avergonzandome de ti, ni tengo tampoco voluntad para ello.

Los ladridos de Cerbero, aunque semejantes a tu música, serán para mi menos enfadosos, porque, como nunca he sido amigo de Cerbero, no tengo motivo para avergonzarme de sus ladridos.

Adiós, pero no hagas música; asesina, pero no escribas versos; envenena, pero no bailes; incendia, pero no toques la cítara.

Estos son los deseos y el postrer consejo amistoso que te envía

El Arbiter Elegantiae."


Carta póstuma de Cayo Petronio a Lucius Domitius Nero Claudius en la obra de Quo Vadis? de Enrique Sienkiewicz.


domingo, 3 de agosto de 2008

Un caso extraño

0 comentarios

Ultimamente he vivido un hecho que me parece importante documentar. Es muy común que en las salas de chat te encuentres todo tipo de hombres, pero el espécimen que encontré me dejo sorprendida. Tal vez no sea un caso único pero es el primero del que pude comprobar su existencia.

Mucha gente tiene varias cuentas de messenger y varias cuentas en un mismo chat. Pues en un chat "x" yo tengo varias cuentas y siempre entro al chat buscando aventuras. En este chat, cierto día agregue a una persona, llamemosle Juan, con dos cuentas diferentes, llamemosle Maria y Lupita. María vive en la misma ciudad que Juan, mientras que Lupita vive en una ciudad cercana. Juan no sabe que María y Lupita son la misma persona.

Caso 1. Maria le dice a Juan que solo busca sexo sin compromisos. Juan le contesta que busca lo mismo y que él no entiende porque las mujeres de ese chat buscan a su príncipe azul si dicho chat es solo para buscar sexo.

Caso 2. Lupita le dice a Juan que ella busca una relación estable, que esta en busca del amor, y que el sexo sin ningún sentimiento de por medio no le agrada. Juan le dice que él busca lo mismo, que se siente solo y que las mujeres que solo buscan sexo le parecen vacías y tontas.

La pregunta sería ¿cual de las personalidades de Juan dice la verdad?... tengo una teoría respecto a este caso. Juan no tiene personalidad alguna, el verdadero Juan no es el que le contesta a Maria ni el que le contesta a Lupita. Solo se adapta a las circunstancias y dice lo que quiere ser oído sin mostrar jamas sus verdaderos pensamientos ni sentimientos. La otra opción sería que estamos ante un caso de personalidad múltiple, pero en base a mi experiencia con este individuo puedo asegurar que cada una de sus personalidades sabe lo que hace la otra, así que no es un caso verosímil.

Y la pregunta más importante: ¿Juan es un caso único, o cuando menos raro, o todos los hombres son así?