Hasta finales del siglo XV el término antropófago describía a aquellos seres situados en los límites de la civilización occidental que comían carne humana. El Nuevo Mundo trajo consigo nuevos aportes lingüísticos, entre ellos está la palabra caníbal, derivada de la mala pronunciación española los Caribes se transformaron en canibas y luego en caníbales; y así correspondió a los Caribes la distinción de que su nombre llegará a ser sinónimo de antropógafo en varias lenguas modernas, distinción debida nada menos que a Cristóbal Colón.
La clasificación de caníbales se ha dado a tribus que están en la frontera de lo que llamamos civilización. Actualmente se encuentran localizadas en zonas casi inexploradas de África y Sudamérica. Pero en realidad ese calificativo se ha dado a todas las civilizaciones que no comparten cánones con la cultura occidental. Recordemos que el "descubrimiento" del Nuevo Mundo trajo consigo tribus supuestamente antropofagas como los como los Caribe, los Tupinambá, las míticas Amazonas y hasta los Aztecas. A todos se les acusó de canibalismo y en aras de esa acusación y de muchas otras de la misma índole prejuiciosa estas civilizaciones hoy en día están extintas.
La antropofagia no es un tema nuevo. Ya Herodoto en el siglo V a.c. describía una isla en los límites de la civilización conocida "Los androfagos tienen las costumbres más salvajes de todos los hombres; no hacen caso de la justicia ni hacen caso de ninguna ley establecida [...] hablan un lenguaje peculiar; y de estas naciones, son el único pueblo que come carne humana" Desde esta descripción se forma la ecuación canibalismo-salvajismo-incivilización. Estas acusaciones de canibalismo se podían aplicar perfectamente a enemigos ideológicos: los cristianos acusaban a los judíos, los romanos acusaron a los primeros cristianos, los civilizados ingleses acusaron a los escoseses e irlandeses, los españoles acusaron a los nativos del Nuevo Mundo, la sociedad occidental actual acusa de canibalismo a las tribus de Nueva Guinea y a otras sociedades que han resistido el paso de su enseñanza, así mismo estas mismas sociedades acusan de canibalismo a los europeos. En fin, que el epíteto de caníbal ha sido aplicado en algún momento por alguien a todos los grupos humanos.
La antropología social acepta la definición de canibalismo como hecho real y lo clasifica según el estatus del consumido:
- Endocanibalismo: Se refiere a comer a un miembro del propio grupo.
- Exocanibalismo: Indica el consumo de forasteros.
- Autocanibalismo: Ingerir partes del propio cuerpo.
Según el motivo del acto se clasifica en:
- Canibalismo gastronómico: Cuando se come carne humana por su sabor y valor nutritivo.
- Canibalismo ritual o mágico: Se identifica un intento de absorver la escencia espiritual del difunto.
- Canibalismo de supervivencia: Recurrir al canibalismo, normalmente prohibido, en condiciones de crisis.
A pesar de todo lo aquí descrito resulta increíble que no se tengan pruebas de canibalismo, aparte quizá de las situaciones de supervivencia , no hay ninguna fuente confiable de primera mano que describa haber presenciado el acto y proporcione detalles de principio a fin. El canibalismo es, por definición, un fenómeno observable, por lo tanto la evidencia de su existencia debería derivar de la observación por fuentes dignas de confianza. Pero no las hay. Vale la pena preguntar porqué debemos dar por sentado que existe un fenómeno a la vez tan fascinante y repulsivo en lugar de documentarlo.
Los antropólogos, exploradores, misioneros, comerciantes y otros por el estilo que han hecho labor de campo en los diferentes grupos tribales de África y América lo más que han reportado sobre este tema son informes de terceras personas cuando no relatos inverosímiles sobre este hecho. Cabe aclarar que dichas personas, a pesar de haber convivido durante cierto tiempo con grupos de salvajes antropofagos, regresaron a sus lugares de origen sanos y salvos y pudieron publicar sus trabajos.
Un ejemplo de esto es Hans Staden, un sujeto que visitó la costa Sudamericana en el siglo XVI como marinero común en un buque mercante portugués. A través de una serie de aventuras, incluyendo el naufragio, pronto fue capturado por los indios Tupinambá, un grupo con fama de caníbales. No hace falta decir que el héroe no fue comido y que después de un periodo de cautiverio regresó a su nativa Alemania donde publicó la historia de sus desdichas. La narración esta acompañada por grabados en madera que exciben la tendencia caníbal de los indios. Según Staden un prisionero era mantenido a la vez como invitado y como cautivo por cierto periodo. Además de comida y alojamiento se le proporcionaba una mujer. Si la mujer quedaba embarazada, el producto era criado como uno de ellos, pero llegado a la edad adulta "cuando les da la gana, lo matan y se lo comen". Staden pasó entre ellos menos de 12 meses, de modo que no pudo haber observado todo el proceso que describió y no hay forma de conocer el origen de esta información. Mientras tanto se hacen preparativos para el deceso y consumo de la víctima. Se preparan comidas y bebidas, se invita a huéspedes y el desdichado pasa una serie de sesiones de "calentamiento" en que "las mujeres conducen al prisionero una o dos veces al lugar donde debe morir y danzan a su alrededor". El día del gran evento se le conduce amarrado al lugar escogido dónde delante de todo el grupo padece las burlas de las mujeres pintadas que se jactan de que se lo comerán. Encienden un fuego cerca de él y exciben la maza que servirá para enviarlo a reunirse con sus antepasados. Finalmente es ejecutado por un guerrero y "las mujeres se apoderan del cuerpo inmediatamente". Después de descuartizarlo cuatro de ellas con los correspondientes miembros en su poder "recorren la aldea dando gritos de alegría". El cuerpo es luego cocinado y devorado con visible deleite, según Staden quién dice: "Yo estaba presente y vi todo esto con mis propios ojos"
Veamos la evidencia de este caso. Es dudoso que Staden, un ordinario marinero del siglo XVI, haya escrito el libro él mismo ni haya hecho los grabados. En el mejor de los casos, el producto final fue supervisado por Staden 9 años después de su regreso a Europa. Esto es importante porque hay que tener en cuenta las cuestiones del lenguaje y la capacidad de recordar. En cierto momento Staden menciona su imposibilidad lingüística para comunicarse con un francés que visitó a los Tupinambá mientras él era cautivo. Sin embargo era capaz de dar detalle de numerosas conversaciones entre los propios indios, aunque solo estuvo con ellos un tiempo relativamente corto. Se mostró particularmente hábil al relatar palabra por palabra el dialogo de los indios el primer día de su cautiverio cuando discutían entre ellos cómo, cuándo y dónde se lo comerían. Es evidente que en ese momento Staden no podría entender la lengua de los Tupinambá y reconstruyó la escena tal como la recordara 9 años antes. También los diálogos posteriores que aparecen en el libro deben haber sido una reconstrucción porque no hay indicio que tomará notas y ni siquiera de si sabía escribir. En una escena que da testimonio de la memoria y piedad de Staden este repite el salmo "Desde las profundidades he clamado a ti" a lo que indios responden "mira como llora; ahora está realmente triste". Tendríamos que suponer que también los Tupinambá tenían una habilidad excepcional para las lenguas pues pudieron entender y responder al alemán de Staden tan rápido.
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