Mi calle no es de las más transitadas, ni siquiera queda cerca del centro de la ciudad y sin embargo siempre está llena de gente. Yo las veo desde mi ventana que da a la calle. Conozco a casi toda la gente que pasa, la mayoría son mis vecinos a los que casi nunca saludo. Pero me gusta verlos pasar. El muchacho de la vuelta de la esquina que no es del todo feo pero que por razones que no comprendo, se quedó atrapado en una etapa que no le corresponde, pero no es un malviviente como podría pensarse. Se pasa todo el día vagando por las calles, ayudando a los amigos en los trabajos de albañilería que encuentren cerca. Nunca lo he visto persiguiendo a alguna muchacha, ni siquiera interesado en una. O los que alguna vez fueron sus vecinos de enfrente: un par de gemelos que tienen problemas con el lenguaje, herencia de su madre, y que ni siquiera terminaron la primaria. Ellos hace mucho que ya no viven en la colonia, pero se quedaron tan apegados a esta parte del mundo que siempre andan deambulando por aquí. Yo los sigo considerando mis vecinos. Ahí va la mujer que tuvo 5 hijos, dicen las malas lenguas que todos de diferente padre. Ya ellos crecieron y se fueron y ella sigue sola. Va a trabajar, imagino que está en el turno de la tarde porque son las 2 y apenas sale de su casa con su uniforme puesto y sin muchas ganas, pero como todos sabemos, el hambre aprieta. También pasa el hijo de los mecánicos. Tienen su propio taller cerca de la avenida. Es guapo, yo lo conocí hace mucho y estuve un poquito loquita por él, pero ni me miraba. Tuvo una novia muy bonita, también mi vecina, pero termino hace tiempo y él sigue solo. Ya camina encorvado, siempre que lo veo anda con las ropas sucias del trabajo.
Está es mi calle, es aquí donde yo vivo. Supongo que algún alma caritativa y curiosa también me mirara pasar de vez en cuando desde su ventana y sabrá mi historia. Espero que me considere parte de su vida como yo considero a la gente que veo pasar cuando me siento a mirar por mi ventana.
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